
Confesiones fotográficas, más que una serie fotográfica o un portafolio, es un diario en imágenes en torno al ACTO FOTOGRÁFICO y las muchas maneras de abordarlo. Manías propias y ajenas, reflexiones, sensaciones y exploraciones en torno a esta actividad a la que todo mundo sucumbe bajo diferentes usos y costumbres.





A la pregunta: por qué fotografiamos con un teléfono celular? Cada quien dará su respuesta. Aunque la más recurrente, aunque muchos no lo digan, es el reafirmar: estuve ahí, vean y sean testigos virtuales, desde mis redes sociales digitales, de esta experiencia única que yo viví en la realidad.


CONFIESO que, cada vez que veo a alguien portando una cámara réflex, me da CURIOSIDAD saber qué han fotografiado sus portadores. Casi siempre me quedo con la duda.


Tras el terremoto ocurrido en México el 19 de septiembre de 2017, retraté algunos edificios dañados que no fueron derrumbados. Muchas de las fotos digitales las perdí. Entre los escombros y la búsqueda de una RESPUESTA FOTOGRÁFICA, ante la pérdida de dichos archivos, ADVERTÍ que cierto descuido a dicha información visual y documental, era OTRA RESPUESTA a combatir el EXCESO DE INFORMACIÓN.

Desde que me tomé en serio LA FOTOGRAFÍA recurrí al género del autorretrato para aprender de nuevas técnicas fotográficas que desconocía. En este sentido, mis manipulaciones en Photoshop me dieron la pauta para saber que DISFRUTO ALTERAR MUNDOS Y ENTORNOS, de la misma manera que DEJAR TODO TAL Y COMO SE REGISTRÓ DESDE LA TOMA ORIGINAL.

La fotografías que documentan -o no- algunas exposiciones fotográficas en las que participé, me permiten corroborar que LA PASIÓN FOTOGRÁFICA sigue LATENTE.
Hay fotografías digitales que evito retocar. Ese acto me permite comparar esas imágenes NO ADULTERADAS O ALTERADAS con las de UN NEGATIVO casi recién salido del baño de paro o del enjuague de más de diez minutos.
Me gusta decir que lo mismo me fascinan las fotografías bien hechas con teléfonos celulares, cámaras de bolsillo, DSLR. No soy una fotógrafa elitista.